De Veracruz nos llego el son, de la Huasteca el huapango; nos encontramos en el límite de estas culturas y de fusión traemos en la sangre la música. Sabemos que el son nació ante la necesidad de sustituir los tambores por los pies ya que la represión española hacia nuestros afromejicanistas hoy jarochos los obligó a invocar a sus deidades de otra forma. Alegre, dinámica y sin ningún contacto mas que el visual la mayoría de los pueblos adoptamos el baile y todo lo que este conlleva como nuestro. Ya algunos cronistas mencionan la importancia del baile en Nautla y Jicaltepec que son las poblaciones más antiguas de la región; en un principio al aire libre sobre entarimados los sones se bailaban principalmente en el mes de diciembre desde la navidad y culminaban en las fiestas de la Candelaria (patrona segunda de la parroquia de Nautla) aunque también en fechas memorables y festivas. El son, el fandango, el haupango vieron para el siglo XIX la llegada de nuevos pobladores que cambiarían por completo no solo la fisionomía del nauteco y sus construcciones sino también sus costumbres. El puerto había resurgido con la insurgencia, la independencia de nuestro país había dejado sus huellas y los gobernantes abrían las puertas a nuevos pobladores y a la prosperidad que estos traerían. Así pues vimos llegar a Esteban Guenot y vimos renacer a Jicaltepec; amenazados económicamente por los que llegan y acostumbrados al cacicazgo observamos en un principio con recelo al extranjero. Aún con la poca educación de aquellas épocas el espíritu nacionalista estaba más que sembrado en nuestros corazones.
Casa de estilo neoclásico de las pocas de mampostería que existen desde antes de la llegada de los franceses donde se dice de voz popular que habitó en general Guadalupe Victoria e incluso que estuvo preso durante el movimiento insurgente. (Foto: H. Pochat)
Jicaltepec creció y se desarrolló y también creció cierta lucha por la municipalidad ya que a ellos pertenecía la parroquia. Forjó con sufrimiento su identidad y se convirtió en un importante centro económico; transformó su fisonomía y nos ayudó a crecer económicamente. El puerto cada vez más intenso trajo consigo a más pobladores cuyas ganas de prosperar moverían la circulación de mercancías y mejoraría la vida no solo de los que llegan si no de nosotros mismos. La Belle epoque en un impulso a la inversión sitúo a nuestro país ante los ojos del mundo como a un diamante en bruto. Griegos, gachopos*, italianos y libaneses arrivaron a costas nautecas con el mismo deseo que sus antecesores franceses y dieron al pueblo un resurgimiento cual ave fénix renace de entre las cenizas. Nautla aún cual recelosa de las costumbres extranjeras adoptó desde principios de siglo XX la fisonomía de las casas francesas casi en su totalidad. Pequeñas diferencias de concepción clasicista particularizan las construcciones nautecas con las de jicaltepec y san rafael; la misma concepción de espacio pero ahora con grandes balcones con protecciones de madera, fachadas con ornamentaciones neoclásicas con contrafuertes que sobresalen y cuyas molduras embellecen y emulan los patrones circundantes en las cuidades veracruzanas
Casa típica de Nautla con amplios balcones y decoraciones clásicas, ahora sin balcones de madera pero que alguna vez tuvo. (Foto: H. pochat)
La plaza principal se enrriqueció con casonas de portales amplios y techos altísimos con teja escama cual deleite de gatos que juegan por las noches.Y en cada extremo del parque por un lado una parroquia sumamente austera, ahora de ladrillo y teja, con una torre que seria lo único que conserva de su pasado colonial y al otro extremo del parque un teatro al aire libre de estilo Art Decó llamado Jaime Nunó que serviría para la diversión del pueblo.

Ahora el son se baila en espacio cerrado; así la señorial casa de la familia Corral Lavoignet serviría de salón para la gente bien y la de la familia Verjel Estefan para toda la demás . Entrepaños de madera y tela que fungían de división eran retirados para dar paso al fandango; el turco y la mexicana se casan, la griega con el negro, el francés con la española y así entre fandangos y vida cotidiana se va reformando la identidad del nauteco
Se forma un equilibrio entre el que llega y el nativo; algunos libaneses ante la necesidad de adaptación cambian incluso sus apellidos puesto que al ser tan difíciles de pronunciar como de escribir castellanizan el segundo nombre y así surgen los apellidos Jorge, Joaquín por mencionar algunos. Los franceses guardan su lengua y tradición para la intimidad de su hogar; los españoles son los primeros en casarse con mexicanas y los griegos se unen a la tradición pesquera. Así entre tamales de elote y kepe, entre pescado frito y torta francesa, entre café turco y aguardiente los olores y sabores de la vida portuaria se funden en un mismo lugar.

Algunos franceses incluso venían de la otra ribera del río a vender sus coles, zanahorias y chalotes, quien no recuerda a Don Costo Diosabot o a los Gefrois; a Don Ricardo Asuri que vivía en una de las casas mas bellas del pueblo con pilares enormes y que no dejaba salir a nadie de su tienda si no compraban algo, el cine de Jeremías Pochat, la casa Fuentes quienes administrarían el chalán que permitía que los coches pasaran de uno a otro el extremo del río, al bullanguero afromejicanista Don Ángel Muñoz “Litro” quien llevaría la alegría del carnaval nauteco incluso al puerto de Veracruz. A Don Melesio que construía globos aerostáticos que se elevaban rústicamente en las fiestas, a Teco y sus naranjas con chile, a Don Julián Jorge y Pedro Name que hablaban por todos lados su lengua materna y que llenaban su casa de colgados de chiles, plátanos y cebollas, a las Andicochea y sus deshilados heredados de tradición vasca, al ilustre maestro Juan María Iglesias quien educaría y cambiaría no solo los patrones de higiene sino también inculcaría el amor a la patria, y a Lucia Panamá quien se dormía en todos los bailes cuando iba de chaperona a cuidar a sus hijas

Solo por mencionar algunos de esos nautecos nacidos o naturalizados que nos heredaron el pueblo que ahora tenemos y que por falta de cultura, por mal gobierno o simplemente por causa naturales hemos ido cambiando, destruyendo, tirando lo que creemos “obsoleto” para dar paso a la modernidad, a la globalización, sin darnos cuenta que nuestra identidad es un hilo tan delgado que puede romperse en cualquier momento y que los pueblos necesitan de sus construcciones, de su tradición y cultura que finalmente es lo que nos diferencia de los demás lugares. La modernidad trajo el cierre del puerto, surgió playa Maracaibo y la naturaleza se encargó de destruirlo; la mayoría de los nautecos hemos emigrado en busca de mejores condiciones de vida, el pueblo conserva solo una parte de sus construcciones vernáculas pero la algarabía, la fiesta y el amor por el lugar aún sigue y finalmente puede ayudarnos a reconstruir nuestra débil identidad porque ahí está solo falta que emerja.
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